viernes, 14 de junio de 2013

hacia donde la noche no pasa

Mi padre de niño.


UN PEQUEÑO RELATO DEL PASADO (1995)
Dedicado a mi padre

Alumbrar. Un estado de desconcentración del alma. Recreo del espíritu. Donde la noche no pasa hay sueños perdidos, hay flacas manos calvas y un lazo alrededor del cuello de la claridad.
Se abre una puerta. Un hombre bebe junto a la estufa, entre las llamas de una rendija oscura; algo le sucede al hombre apoyado lejos de su centro, dentro de su alma. Algo, de lo que un rostro no es menos sabio.
Afuera los autos.  La ciudad.  El frío.
—Señor... tengo algo que decirle, lo conozco de alguna parte. ¿No es usted mi hijo? —No contestó. El cochero pareció entender pero quedó en silencio.
—¡No me mirés así! Esto es serio. Busco a alguien igual a vos. Tiene los ojos tristes de esperarme.
Mientras lo decía comenzó a llorar. De sus manos colgaban los despedazados trozos de luz. Un reloj detenido en la muñeca temblorosa. El impecable saco azul. Oculta luz bajo unos cuantos mechones de cabello húmedo en la fría noche.
Otra vez iba a llorar, pero se contuvo y extrajo un pedazo de papel mediodestruído, que envolvía una pequeña fotografía del cochero. El rostro era el mismo, aunque más viejo; bajo sus ojos el tiempo había dibujado sombras de la espera, lo mismo que en los labios y sin embargo la expresión y el gesto no habían cambiado.
Todavía temblando le puso la fotografía en la mano. El otro la miró. Ambos se miraron.
—No puedo ser yo —le dijo.
—Quién lo dice sin temor. Nadie sabe quiénes somos.
Hubo un silencio, sus manos temblaron durante un instante y el hombre apoyado lejos de su centro bebió frente a las llamas. El aire silbó. Entre lo que apretaba el vaso con las manos distantes y lo que a su vez sucedía en esa misma calle hubo un helado corte de imágenes. La puerta se cerró tras los anteojos del hombre abrazado a su última botella, todo se modificó esencialmente en ese mismo aire, mientras apretaba las manos en el frío bulevar frente a su hijo.
—En donde la noche no pasa, hay siempre sueños perdidos, quiero llevar uno a donde voy.
—¿Pero dónde? ¿Dónde?
 Los fantasmas atravesaron los sueños unidos y despedazados de ambos y aquel que con dolor se había desprendido de la fotografía y la miraba celosamente se sostuvo contra la puerta del automóvil del cochero, su hijo, quien había preguntado. Comenzaba a llover, una delgada silueta se dibujó en el fondo de la calle, sobre el suelo mojado se reflejaban los rasgos de unos brazos puntiagudos bajo un sobretodo negro.
—¿Lo ves?» —Dijo sin contestar.
—Sí, podría ser un fantasma. A veces levantan la mano en el fondo de un callejón, a la orilla de una esquina. No me arrimo a recogerlos. La mayoría de las veces desaparecen antes de detener el coche ¿Pero usted?
—Soy tu padre. He venido a verte por última vez, la distancia ha cobrado su verdadera dimensión, las imágenes han vuelto a alumbrarnos desde la ahorcada claridad de los años, la primera y última vez de una vida, no es tarde, estoy recordándote en mi lecho de muerte.
El cochero miró la fotografía entre los dedos. Aquel se le parecía. En sus ojos se advertía la tristeza de los que no duermen por la noche.
—No te conozco. Ni siquiera te he visto por primera vez... —Oyó las palabras caer dentro de sus pensamientos, no como si las oyera, sino como si recordara o quisiera recordar.
—Es lo que dura un sueño. A veces, la primera es la última vez de una vida. Donde nos doblamos allí encontramos el mapa o la llave de una puerta que desconocemos, pero detrás de la cual está sin embargo nuestra razón...
—Pero, ¿hacia dónde irás? —Preguntó el cochero.
—Hacia donde la noche no pasa; entonces, no quiero buscar allí como esos otros. ¿Lo ves? —Dijo el padre, y señaló al fondo del bulevar. Los largos y puntiagudos brazos de la aparición escarbaban entre los desperdicios, debajo de las puertas, por las grietas de las ventanas, yendo y viniendo en el fondo de la calle.
—Debe ser algo difícil lo que busca. Pero no hay nada, ha entrado en la noche sin fin ¡No dejés que busque como él! Después de todo, es lo menos que un hijo puede hacer.
—¿Hacer por quién? Es cierto que éste se me parece, pero ¡si hasta es más viejo!
—Se envejece de esperar. Se vuelve uno su padre —las palabras iban saliendo de la vieja boca del hombre—; si se espera mucho sin saber son nuestras imágenes las que sufren, en otra parte, hasta que uno las encuentra y vuelve a ser quien no ha sido. A la luz del fuego que atraviesa la puerta de la sala donde un hombre que bebe se deja morir es donde nos vemos. Entonces el uno envejece la espera no conocida y el otro parte para siempre.
—¿Que se lleva él, el otro?
—El sueño que no ha de buscar inútilmente en la noche que no pasa. La piedra con la que ha de romper el silencio de un viaje al que no se lleva más que lo que inútilmente se ha dejado en los rostros, en los otros y también en el vacío.
—¡Palabras! —Dijo el cochero. La lluvia había mojado las mejillas de los hombres parados el uno frente al otro. Junto a la rueda del automóvil vio el hijo un charco de agua, se inclinó y miró reflejado en el pavimento. Eran evidentes las arrugas, las bolsas de los ojos.
—¿Qué me has hecho? —le dijo al padre, y éste le miró con tristeza. Recogió la fotografía, la frotó contra la manga y después dijo:
—¿Lo ves? Te pareces ahora desde lo más hondo. Un hombre está muriendo allá, donde también me buscas y consigues alumbrarme junto a la estufa. Pero cómo podrías saberlo. Cómo sin mirarme por una vez.
En la sala está sólo él. El fuego arde aún, en la calle el frío. Algo sucede en el rostro del hombre apoyado lejos de su centro, algo dentro de su alma, pero de lo que un rostro dice reflejado en el pavimento allá afuera. El hombre toma el vaso y sirve el último sorbo de la botella.
Alumbrar, un lazo alrededor del cuello de la claridad, un nudo de ahorcado y una ahorcada palabra entre líneas:
—Pero... ¡Padre! ¿Por qué vuelves ahora por primera vez? Ahora que te vas hacia donde la noche no pasa, como no ha de pasar ésta ¿y por qué no te he visto o soñado antes en ella?
—Es el precio de saber quiénes somos —dijo el padre y los ojos se le llenaron de lágrimas.
Tomó el padre entre las suyas las manos del hijo. Las abrazó con los dedos de quien ha buscado una eternidad; aún cuando no ha encontrado más que un instante parece feliz de llorar en la noche que está a punto de terminar.
—Cuando la primera es la última vez de una vida —se dice— no es la noche quien termina.
—Pero... padre, ¿por qué vuelves ahora por primera vez?. Voy hacia donde no te conozco. Es también para mí esta una noche sin fin.
En la sala está sólo él. El fuego acaba sobre sí mismo. Afuera amanece. Nada sucede ya en el rostro del hombre muerto sobre su centro. Una botella ha rodado lejos del sillón. Por la calle deambula un cochero solo con su foto en la mano.

Adrián Campillay (1995)

martes, 14 de mayo de 2013

cementerio




1.
Nací muerto
no sé que soy
no amanezco a hora alguna
mi cuerpo fue olvidado a orillas de la vida
si fuera zombi
te mordería

pero no puedo sino escribir estas palabras
en el frío del nicho.
  
2.
Mi padre manco tenía las manos blancas
su caricia era perfumada
mencionaré a la esposa de un carnicero
dueño de un fierro de ferrocarril que mató a mi madre
dejándome a mí con mis hermanos menores
soy noble constancia de ella
he renunciado a la vieja casa
cuido a los niños
aunque me he comido a dos
no eran buenos
y me he sentido
como dios en el desayuno
nada me importaba
y me los he comido, aunque chirriaban
con sus cuatro caras, carcomidos

tipos opacados
llenos de aceite
resultan en bajada
nos rodean naturalmente
comunicados, hoy y aquí

con ese olor putrefacto.

3.
Tenía ganas de que me abandonaran las larvas
tenía ganas de mirar a la gente a los ojos
y decirles que eran unos hijos de puta
me arrastraba en mi distracción
los ojos se me nublaban
y la mentira me recordaba
a todo lo que era
todo lo que soy
un cadáver intentando volver a la vida.
  
4.
En un manto de lava
se incinera el opio
arde por dentro
en su oro
se chamusca
a cielo abierto.
  
5.
Estoy en la esquina de mis pensamientos
tengo los bolsillos vacíos
la cara pegada al pavimento
las flores que la sangre
no ha querido mirar
se pierden en el aire
no hay una diferencia precisa
entre la hora del té a los cinco años
y la hora del whisky en el cabaret
el pensamiento no logra atrapar el momento
el tiempo es inatrapable
aunque está vacío y necesita de nosotros
no tenemos oportunidad de verlo
el humo de las horas se disuelve rápidamente
como dios o los santos
la casa de ayer camina en sus propias paredes
y no sabe en qué dirección sale el sol
las palabras no hacen más que crear confusión.

6.
Un cadáver despierta
a veces pasa, no alcanza la muerte
no sé sabe para qué despierta
no tiene ganas de tomar un trago
y se le ha venido a menos el corazón
lo carcomieron gusanos
¿para qué más? si ya está todo dicho
ahora sólo exprimo y hago jugo de larvas.

7.
Vuelvo a la tumba
sueño con un árbol
un árbol de manzanas
en el que crecen sin arrugarse mis años

está en el patio de nadie
en la calle profunda de mis pensamientos

es un árbol azul
de manzanas rojas como la sangre
como el recuerdo de la niñez
o como el viento
que siempre vuelve

siempre canta

siempre nos ata

nos lleva

y nos suelta en el vacío.



miércoles, 24 de abril de 2013

miércoles

 
 
 
"este miércoles me eché hormigas en los ojos"
RAMÓN RUBINA

Quería escribir un poema enorme
para la casa de tu amor
por donde pudieran andar
de una habitación a otra
los animales de la locura de tu piel
y tu ternura
creciera como un libro
bajo mi mano

para que su humo pudiera llenar los jardines
soplar las cenizas
recorrer los caminos
de flores
antes
de las espinas
antes de la muerte
y después de todas las cosas

pero la hoja podrida de mi árbol
cayó a los pies oscuros

creció un cuchillo

apuñaló vida y suerte

y tuve ganas de echarme ácido en los ojos
o convertirme en santo.


jueves, 18 de abril de 2013

ella


Imagen: Banksy
 
 
En el reino de ella
la tristeza camina sin vestidos
alrededor del agujero de las cosas
presentes y soñadas

como si las hubieran olvidado dentro del espejo

la exasperan los números de la muerte
y su niña lastimada guarda los secretos
asume los hospitales del vacío
y aún así crece desde el centro de la tierra
como los otros niños
miente para olvidar
ama para no tener
que mentir
que odiar
ni lastimar

tiene los pies atados al camino
que no se detiene jamás
apurada por el amor
que deja en todas partes

como cartas

muchas veces oigo su voz
la voz de esas cartas

estoy parado frente a las décadas
de esas cartas

en el reino de ella y tengo miedo de despertarme a mitad del tráfico
y olvidar en ese momento
lo que cantan esas cartas

y tengo miedo de que ya no seamos hermanos

en el reino de ella
me quedo quieto
bajo un árbol
hasta que anochece

para poder ver pasar un pedazo de su sombra.

...

martes, 26 de marzo de 2013

las cosas


Fotografía: Silvio Campillay 


¿puedes oír
a las cosas
sin nombre
cuando caen

o continúan

mudas

dentro de los gritos?

¿hasta cuándo callarán       
a la hora del amanecer       
o de cualquier otra pregunta?
¿acaso no tenemos ya de silencio una vida escrita?

¿no somos su recuerdo, su traición,
un escándalo no televisado, contra las desafinadas cuerdas del ring?

si lo que no podemos nombrar nos priva de nuestro verdadero rostro

¿no es hora de decirlo?

¿o sostendremos
esta conversación
para siempre
mutilada?

no tenemos espacio para comprender
 
el final de una vida / sospecha
sin perdonar a la razón
y nos mentimos / aún cuando sabemos
es innecesario
como meter algodones
en las bocas de los muertos / esos agujeros
a los que es imposible llenar con palabras.


...

lunes, 4 de febrero de 2013

autodedicado

 Bosque Varas (San Juan de Cuyo, noche de enero de 2013)
 
 

Desde que te conocí
no dejo de pensar en por qué
las cosas duermen mientras las pensamos.

Si para oir la propia música
hay que ensordecer
doy fe a mis abismos
en donde todo es tan real como innecesario

y no quisiera soltarme nunca de tu mano.


sábado, 22 de diciembre de 2012

acusación

Tengo recuerdos como arañas
me recorren la piel
los domingos por la tarde
y al salir el sol
y al caer el cuerpo en las sábanas

un ojo rojo, sale a recorrer
los horrores del mundo
todos los días.

Abismo ansiado y malparido.
Ansiado de amor.
Malparido de muerte.
Al fin de este siglo.

Amor. Siglo. Muerte.
Tengo en la entraña respiradora sin descansar

y un cigarrillo de pájaros
del que me han prohibido hablar en los poemas

o un pájaro en la mano para dejar volar

tras de mí
de mi amor
que golpea
al fin de este siglo

la pared

del hospital

en donde quieren encerrar nuestras almas para siempre.


miércoles, 14 de noviembre de 2012

la noche está partiendo


Fotografía: Adrián Campillay

La noche está partiendo
desde todos los costados de la tierra.
La noche está partiendo
desde todos los costados
de la tierra. Su animal
no tiene
piedad del día
porque es negro su corazón
y aunque muy dulce
la trampa es mortal.
 
Hacia mi alma concurren los mensajes a pie.
Casi no temo. La luz se arrodilla
y no tengo tiempo de huir a los árboles;
más bien son ellos, los que se ocultan.
Primero hacia adentro de su raíz
más tarde hacia la misma tierra.
 
Los dioses no pueden volver a asombrarnos
de la misma manera de siempre.
Ellos no tienen sueños ni nostalgias
(son apenas dioses) casi nada más que dioses
es lo que son.
 
En el centro del parque
las sombras han llegado sin preguntar
a su casa. Casi no temo. Espero sin reír.
Te busco entre las sombras pero no estás.
No estás. No estás. ¿Y si estuvieras?

La trampa es mortal.
La noche está entrando en mi alma,
con su animal veloz, oscuro.
Sólo porque no estás.

¿Y si estuvieras?
¿Si acaso estuvieras
qué sería?

¿No sería el mundo igual que hasta ahora?
¿Lloraría Dios? ¿Serían blancos sus senos?
¿Caería acaso como un cuerpo atornillado y herido
el Imperio. Sólo porque estuvieras aquí
esta noche?

...

dada


Fotografía: Adrián Campillay

...a Jean Arp
  
El poeta descubre una semana de perros 
a través de la ventana de su camisa
se vuelve hacia atrás
y con un ojo
pinta un plato de lagartos de girasol
sobre el agua de su lengua
más tarde calla y sonríe silenciosamente
con la nariz de su estómago
devorado
por los piojos de aire.

El pobre no tiene nada
así es que lo inventa
de verdad

lo inventa

y lo cree.

...

sábado, 22 de septiembre de 2012






Siento que mi corazón
es el próximo invierno
hoy dejaré de dormir o dormiré para siempre
las miradas nacen de la tempestad
agitan las hojas en los árboles de la poesía
contra el letargo de las horas 
y debe ser mi cadáver
quien desperdicia el tiempo junto a ellas
mientras la tinta de los sueños es amarga y no canta.

...

acoso

  Fotografía: Adrián Campillay

Conseguiré un ojo
que no tenga que despertar nunca del sueño de mirarte
mi mano regresará siempre de algún lugar de vos
e irá indefectiblemente a otro de tus abismos
mi amor comenzará a cualquier hora
hasta la misma del próximo día
y se repetirá sin cansancio
mi voz te envolverá
aún cuando duermas
o creas despertar
te abrazarán mis demonios
sin que pierdas tus ángeles
y sin faltar una tarde
escribiré un poema encadenado
el que sin embargo no será el mismo
ni otro
que no sea tuyo

lo haré con la otra mano

la que no ande buscando países o esquinas de tu cuerpo.

...

jueves, 10 de mayo de 2012

bar ciego



alto rincón
de bar
desteñido bar.

calle al fondo de un amor
transcurro tarde de domingo
silueta contra una ventana que hubo
donde unos adobes ahora
apenas se descascaran.

¿por qué la tapiaron

volviéndola sin mirada?

del otro lado el ojo perdido del bar
es una cicatriz
pero por dentro
se ve todavía
pasar el tiempo.
 
01-Bar ciego by adrián campillay

LOS Futre -espantapájaros-
Pista 1: Bar de Ciego
(Poema de Adrián Campillay Música de Ricardo Varas)

Ricardo Varas / Bajo y guitarra 

Javier Godoy / guitarra 
Carlos Ramos / Batería  
Olga Aubone / Voz

Técnico de Grabación: Sergio Manganelli
(Grabado en El Hornito / San Juan, Arg.)





jueves, 1 de marzo de 2012

horfandad

Una pintura de Guayasamín

yo, corazón
te digo no hagas caso de las palabras
que no te hacen sangrar la mejilla


el poema es una paloma rota
paloma ciega
cae en el espejo
luna helada de un dolor
más alto que la vida,       te digo


no hagas caso


ni nada


ni tu lástima les des
a esos huérfanos de lo humano.


...

martes, 21 de febrero de 2012

danza de los abuelos


antes de vivir en mí
andaba
sin hogares entre un día y otro
tejiendo los hoteles
y alumbrando con un cigarrillo
la letra de una canción.




al alumbrar con un cigarrillo la letra de una canción 
me quemé los dedos, los labios se me pusieron morados 
por el vino 
tanto 
tuve que tomar: / a la sombra del algarrobo en donde me dejó escondidas las alpargatas mi abuelo (el que no sabía leer ¡bendito!) / y con la guitarra del otro / 
quien faltaba lunes a viernes / aunque se fue en jueves 
y cantando / sin que yo lo viera ni por un momento 
y no como al otro / quien bicicleta negra 
me llevaba a pasear en mis pensamientos.




ahora, sus hoteles, son casas en mí. / cigarrillos quemados.




urbana animalidad de mis acelgas.




analfabetizando la canción que me alumbra.


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