domingo, 15 de mayo de 2011

lihvro...



Me atormento de mi propia mentira
hecha de mentiras ciertas, pedazos inútiles,
máquina descompuesta en el tiempo, en el amor,
en la sangre,
en vínculos remotos                              y por cierto:

túneles subterráneos.

Aunque no hay trenes esta cuidad parece dormida por el murmullo dulce y ensordecedor de la tierra agujereada y nítida, bajo aguas de un mar congelado por el fuego.

Esa voz —que no es una voz, sino movimiento de sonidos y sombras, o de sonidos en las sombras—, es la voz
del cementerio bajo nuestros pies, el hospital helado
o la refrigeración permanente de la locura. A veces un sonido agudo de golpe desaparece, como un grito y no llega a ser siquiera
la insinuación de un grito.

Pero el dolor      al oír a ese casigrito  casigritar
no se compara con el de saber que esa voz —y ahora sí es
una voz—,             murmullo      ensordecedor
              permanecerá.


2.
De la misma manera pienso
finalidad de la vida
constante invento de la verdad.

El objeto del arte.      La finalidad de la vida.


3.
Constante invento de la verdad.
Música trae a las cosas para formar parte
y desencajar —al mismo tiempo— con una promesa dulce
en la gran forma y se acaba, se hunde en nuestro interior
contra
nuestros
pensamientos.

Ahí el pulso de la aldea
llena el aire con una canción.
La carta que escribo se derrumba dentro de mí.
Toda caída me pertenece. Vivo
sueño provocado
sin el ejercicio aberrante de la voluntad humana.
Describo con mi propio cuerpo, e ignoro palabras
que sin duda pronuncio creando alrededor de mí
a un hombre.

Ese es mi voluntad deshumanizada dentro de mí.
Mi propio cuerpo,  mi elección azarosa de la vida.
Dentro de él escribo sin necesidad de mi presencia, lejos de la finalidad encerrada en hospitales de una cultura acaecida durante el dominio de la raza humana

y            quien está a punto de domesticar fuerzas para después suicidarse está en la corriente que esa cultura desenvuelve alrededor de su muerte
o en su nacimiento definitivo

vasto en la apropiación
de la identidad de las cosas
y que cada uno necesita
para suplantar su propia ausencia.


4.
Escribo desde la terquedad. Desde la imposibilidad de la palabra.


5.
Es asombroso una vez dibujada la noche aparecen ante mí barcos humeantes. 
Largas mujeres increíbles. La memoria
se alimenta de muerte 
y la absoluta ignorancia de este hecho
nos proporciona la escritura
o más bien
nos deja ser su guante.
Robar espacios a la realidad equivale
a la construcción autodestructiva de la razón.
El vocabulario de la muerte es nuestro propio cuerpo

y no hay razón, que fuera del cuerpo
sea verdadera razón.

del mismo modo en que una verdad aparente no puede materializarse, tener —al fin y al cabo— un nacimiento,
una vida y una muerte, no hay motivo para pensar no exista vida producto de lo llamado imaginación. Negar esta posibilidad es negar la naturaleza misma de la creación
¡no en el sentido divino! sino en el       s e n t i d o  s o ñ a d o .

Largo sueño de locura en el interior de la vida.


6.
el sacrificio que las palabras hacen de la realidad


es necesario.



1 comentario:

  1. estoy convencido de que no, no es para nada necesario, incluso hay que hacer todo lo contrario!!

    ResponderEliminar